diumenge, 13 de desembre del 2020

Tant li és pegar a n'es clau com a sa ferradura

Este no tenía que ser el primer post que iba a publicar en este blog en más de un año.

Tenía otro pensado, a medio escribir y preparado para publicar el 15 de marzo. Ese domingo iba a correr mi primer maratón, el primero de mis propósitos de año nuevo que tenía intención de liquidar rápidamente. Iba a ser un post lleno de épica, sobre el esfuerzo, la superación y la constancia. Iba a deciros todo lo guay que soy, y todo lo que he conseguido, y cuánto deberíais admirarme por ello.

En definitiva, iba a ser otra de exhibición de arrogancia. Como mi amigo Manuel lo describió a la perfección una vez, mis posts pueden resumirse como: “mi-mi-mi-mi-mi”.

Supongo que es justo que el 15 de marzo, la realidad me pusiera en mi sitio.

El 15 de marzo por supuesto no corrí ningún maratón. Y este año tampoco pude hacer ninguno de los viajes que tenía planeados, ni ninguno de mis otros proyectos.

Es cierto, nada de todo eso pasó. Y podría venir hoy aquí a presumir de todo lo que he logrado este año a pesar de las circunstancias, de cómo me he superado en mitad de la adversidad y todas esas mierdas de las que sabéis que me gusta compartir. Mi-mi-mi-mi-mi.

Pero hoy no toca. Este año no toca. Seguramente no toca nunca. En mi casa nadie ha estado sin trabajo, ni enfermo (física o mentalmente), ni nos ha faltado de nada. Venir aquí a presumir, desde la que es sin ninguna duda una posición privilegiada, de todo lo que he logrado este año, puede resultar incluso ofensivo a gente que lo ha pasado realmente mal.

Incluso antes de este año, la vida de mucha gente que conozco ya estaba azotada regularmente por la mala fortuna, la pérdida, la enfermedad, las carencias. En el caso de mucha gente que no conozco, su vida es una lucha cotidiana contra la desgracia, el infortunio y la injusticia.

Hay una lección que deberíamos haber aprendido todos de este loco 2020, y sobre todo los que lo hemos vivido mayormente desde la comodidad de una pantalla conectada a internet: no dar nada por hecho, ni por seguro. Considerar nuestra situación, no importa lo favorable o segura que nos parezca, como un estado pasajero, inestable y extremadamente volátil.

Como buen friki, esta no es una idea nueva para mí. La tengo presente cada vez que veo The Walking Dead: en un escenario post apocalíptico, en el que todo el mundo lo ha perdido todo, los únicos valores que realmente cuentan para sobrevivir vienen del mérito personal, no de las circunstancias en las que cada uno tuvo la suerte de nacer. Todo lo que daba poder e influencia cuando el mundo era “normal”, ahora no vale para nada. Las celebridades e influencers de hoy, cuyas vidas frívolas no tendrían ninguna relevancia, serían los primeros en ser devorados por los zombis.

Pero las versiones de ficción del futuro de la humanidad tienen tendencia a apuntar algo que hemos podido constatar este año: incluso en un nuevo orden, el privilegio no deja de existir, tan solo se transforma.

Cuando hablo de privilegio, no me refiero a tener mansiones, yates o mayordomos. La palabra privilegio se ha sobrecargado de significado para describir la situación de ventaja - no meritoria - que tienen unas personas sobre otras por el mero de hecho de ser quienes son, o de alguna condición - de nuevo, no mérito suyo - como su origen, etnia, sexo, nacionalidad o condición sexual.

Siendo hombre, blanco, heterosexual, nacido en occidente, con acceso a sustento, vivienda, educación, atención sanitaria, y multitud de bienes de consumo - aún es posible no creerse el depositario de ninguna forma de privilegio. “He tenido que estudiar para sacarme mis estudios”, yo pensaba. “Y gano mi sueldo trabajando, nadie me lo regala. Y nunca he maltratado a una mujer, o discriminado a un negro, o a un gay. ¿He de sentirme culpable por haber nacido donde lo hice?”

Y claro está, culpable no tengo que sentirme. Aunque haya quien lo haya intentado (porque incluso con las mejores intenciones se pueden decir las mayores tonterías), no se me puede adjudicar la culpa de ninguna de las tropelías cometidas por otras personas antes que yo, por el hecho de compartir con ellos raza, sexo o nacionalidad - igual que tampoco tengo derecho alguno a arrogarse sus méritos (aquello de “hemos ganado el mundial” dicho por gente que no se movió de su sofá). Como la falacia cristiana del pecado original, es un intento un poco patético de lograr simpatía sobre la base del chantaje emocional.

Culpa no. Pero el privilegio es real. Como ha demostrado este año, algunos simplemente estábamos en una mejor situación para sobrellevar esta pandemia. Si tienes un trabajo que puedes hacer desde casa, delante de un ordenador conectado a internet, a sueldo de una corporación con suficiente cash flow, y en caso del temido contagio tienes atención sanitaria, te ha tocado la lotería. Si además te puedes dar el lujo de entrenar y correr un maratón, mientras a tu alrededor hay gente que pasa hambre, o ven a un familiar morir en una UCI, entonces ya entiendes lo que significa el privilegio.

Incluso el mero hecho de que nos haya tocado vivir esta pandemia en este año, y no tan solo 30 años atrás, antes de que internet estuviera al alcance de todo el mundo, ha marcado la diferencia entre la supervivencia y la desesperación, entre hartarse de estar en casa viendo Netflix y volverse loco. No tengo ni idea de lo que habrá sido convivir encerrado con menores durante estos meses - hasta para eso he sido un privilegiado. Incluso mi condición de asmático - la única tara limitante que de momento tiene mi cuerpo - me ha proporcionado impunidad suficiente para no tener que ir a la oficina ni una sola vez en nueve meses.

Debo estar en el 1 por ciento del 1 por ciento de personas más afortunadas de la humanidad. Me pregunto si es así cómo se sienten Warren Buffet o Bill Gates.

Y cuando haya pasado la pandemia, y ya no haya ningún virus amenazando nuestra existencia (ni nuestra economía, que para algunos es lo más importante) el privilegio va a seguir existiendo.

El privilegio es la razón por la que tendré acceso a la vacuna para empezar. O por la que me puedo plantear cambiar de casa, de trabajo, o de país. O no tener miedo de cobrar menos que mis compañeros por el mismo trabajo. O a que me violen a la salida de una discoteca. O a que se nieguen a servirme en un restaurante. O a que me asesine la policía.

El privilegio es la razón por la que existen individuos execrables como Harvey Weinstein, Donald Trump o el ciudadano en el exilio Juan Carlos de Borbón. Es la razón por la que personas aparentemente normales y decentes apoyan a tiranos y fascistas: niegan que exista el privilegio, pero quieren asegurarse de que nadie se lo quite: los llamados, no por casualidad, “desfavorecidos” - en inglés “underprivileged”.

Solo tengo un problema con la idea del privilegio, y es que se le llame así. Un privilegio no es, o no debería ser, el acceso a una vida digna e igualdad de oportunidades. Privilegio deberían ser las mansiones, los yates y los mayordomos. Bienes a los que por su naturaleza no puede acceder todo el mundo, y está bien que sea así, porque podemos vivir sin ellos. Llamar privilegio a lo que deberían ser (y de hecho son) derechos humanos fundamentales, tan sólo degrada su valor, poniéndolos en la misma categoría que un chalet en la costa, o un viaje al espacio.

A menos que nos hayamos equivocado, y que no haya recursos suficientes en el mundo para que esta forma de vida que hemos creado para nosotros sea accesible a toda la humanidad. Que el privilegio sea una condición de suma cero, y que para que unos lo tengan otros han de carecer de él. Que el futuro sea una lucha por la supervivencia frente a la adversidad, del que este año solo ha sido una muestra.

Y que como en The Walking Dead, al final los únicos que ganen sean los zombies.

dimecres, 11 de setembre del 2019

A terra de cucanya qui manco fa, més hi guanya


Hace cuatro meses acabó Game of Thrones, seguramente la serie de televisión de más éxito de esta década (como Lost en la anterior), o al menos la de más expectación por episodio, la que generaba más análisis y opiniones, o las disputas más viscerales entre defensores y detractores. Yo, como es público y notorio, me cuento entre estos últimos, por lo que hace a mi opinión sobre estas últimas temporadas. Pero en contra de lo que podríais esperar, si he sido tan rotundo expresando mi desaprobación, no ha sido por odio o indignación, como podría pensarse.

Antes al contrario, ha sido por envidia.

Pero antes de explicarme, una historia.

El pasado mes de junio tuve la ocasión de asistir a uno de los eventos más inesperados a los que he acudido en Barcelona. Se trataba de la presentación de un documental sobre el grupo infantil Parchís, que como recordarán los más viejos del lugar, gozó de cierta popularidad en los años ochenta. Como era de esperar, todo esto fue cosa de Pili, que tres años antes había hecho una contribución al crowdfunding con el que arrancó este proyecto, y cuya recompensa incluía asistir al estreno en Barcelona, con presencia de varios miembros del grupo. Y en efecto, allí estaban ellos, cinco de ellos al menos, cuarenta años después, con vidas completamente distintas, arropados por un montón de gente que, como Pili, tuvo al grupo Parchís como uno de los iconos de su infancia.

¿He dicho ya que Parchís gozó de cierta popularidad? Menudo eufemismo. Si en España se convirtieron en ídolos infantiles (como hoy sería... no sé, ¿Bob Esponja?) en Latinoamérica (especialmente México y Argentina) se trató de un verdadero fenómeno social que marcó a una generación. Llenaban estadios y los niños (y no tanto) coreaban sus canciones, o coleccionaban su parafernalia multicolor. Yo, que conocía a Parchís, no tenía ni idea de la dimensión que habían llegado a alcanzar. Y por eso me resultó tan fascinante el documental, que recomiendo encarecidamente a todo el mundo, participara o no de la popularidad del grupo.

Para mí el momento más revelador del documental, lo siento por el pequeño spoiler, es cuando el técnico de sonido que "cocinó" la canción que el grupo interpretó para la serie animada "La Batalla de los Planetas" (de nuevo, referencia solo para los más talluditos), viene a reconocer que las voces de las niños apenas se distinguen bajo todo el trabajo de producción. La realidad es que los niños de Parchís tampoco cantaban tan bien. Pero no es menos cierto que su éxito tiene poco que ver con su talento, ya que se trató puramente de un producto comercial que encontró un hueco de mercado en el momento adecuado, y a partir de ahí todo fue rodar cuesta abajo. En cuanto se hicieron lo bastante famosos, habrían podido recitar las tablas de multiplicar o chillar como delfines, y habrían logrado exactamente la misma respuesta del público.

El de Parchís no es, por supuesto, un caso aislado. Toda clase de fenómenos mediáticos han tenido éxito por razones que tenían poco que ver con su mérito objetivo. En su libro The Tipping Point, Malcolm Gladwell cita docenas de ejemplos de éxitos que llegaron gracias a elementos más allá de las bondades intrínsecas del producto. Pero a mí el fenómeno que me fascina es el de después, el de cuando un producto, una idea ya es popular, y ya ha sido aceptado. Cuando esto sucede, pasan dos cosas: una, que el éxito se reproduce (en palabras mi guionista y sin embargo amigo Enric: "los autores que más venden son los autores que más venden"); y dos, que a los éxitos se le dejan pasar cosas que a los demás no se nos perdonan.

Esto puede parecer contraintuitivo. Cuanta más fama, más exigencia debería tener el público, verdad? Y sin embargo, lo contrario es claramente lo que vemos: cuando más ha invertido una masa de fans en una idea, mayor es el nivel de tolerancia. Así es como se explican las cifras de taquilla de las denostadas precuelas de Star Wars. Abundan los ejemplos de aparente desalineación entre la calidad de un producto y su índice de popularidad, o al menos de aceptación. Cuando era más joven solía discutir con amigos si las obras tenían calidad intrínseca, separada de si gustan o no, o si lo que percibimos como calidad es siempre una cualidad subjetiva, sujeta a los gustos e inclinaciones del que la consume,

(Como los intelectuales de las películas de Woody Allen, mis amigos y yo teníamos demasiado tiempo libre)

Recientemente he descubierto que se ha demostrado científicamente que hay una correlación entre lo que gusta y su calidad - pero no era la que yo me esperaba. En un experimento, se sometió a expertos enólogos a una cata de vinos, comparando los resultados entre una cata a ciegas (sin ver la etiqueta del vino) y otra en la que el producto era conocido. En todos los casos, apreciaban más los vinos que reconocían como buenos por la etiqueta. Dejadme que aclare esto porque es importante: no se trata de que los catadores fueran unos snobs haciendo postureo, sino que se midieron con sensores los receptores de placer en sus cerebros, y al beber los vinos que por su etiqueta reconocían como buenos, estos sensores recogían respuestas químicas más elevadas. Es decir, sus propias expectativas (subjetivas) variaban su percepción de calidad (objetiva).

(no tengo a mano la referencia del estudio, pero la puedo buscar si a alguien le interesa)

Estos resultados por un lado me fascinan, por otro me vuelven loco. Sometidos como estamos a un bombardeo sensorial destinado a hacer unos productos o marcas más atractivos, resulta que nuestro cerebro es capaz de traicionar nuestras mejores intenciones de ser objetivos y rigurosos, provocando respuestas sensoriales o emocionales positivas como respuesta a expectativas más altas. Y ni siquiera es necesario que las expectativas tengan que ver con el producto en sí: desde creernos que un actor/actriz es mejor intérprete por ser más guapo/a, o que un perfume huele mejor por la sofisticación de su publicidad, a que un grupo de niños simpáticos y vestidos de colores cantan mejor de lo que realmente lo hacen. Salvador Dalí vendía lienzos en blanco con su firma a jóvenes artistas, ya que por el mero de hecho de pasar por suyos, los cuadros gustarían más.

Recientemente, la película Yesterday nos ha querido hacer creer que las canciones de los Beatles habrían tenido hoy un enorme éxito si un desconocido las hubiera interpretado, porque eran así de buenas - pero todos sabemos la verdad, que por más buenas que fueran sus canciones, los Beatles triunfaron como lo hicieron por ser ellos quienes las interpretaban; su éxito no era solo resultado de su calidad. Queremos creer que la belleza y maestría de la obra son lo único que importa para que algo nos guste. Pero es una bonita fantasía.

La ciencia vuelve a resolver un dilema de nuestra juventad: La calidad está, literalmente, en el ojo del observador.

Las ramificaciones de esta idea son infinitas, y por desgracia desmontan algunas de las ideas preconcebidas (con la mejor de las intenciones) sobre lo que es bueno y lo que no. Incluso si nos consideramos personas informadas y cabales, que no nos dejamos arrastar por la publicidad, la moda, o nuestros bajos instintos, en algún momento nuestra capacidad de decidir (por así llamarlo) lo que nos gusta y lo que no estará severamente lastrada por nuestras expectativas, y lo que sabemos, o creemos saber, de lo que tenemos delante.

Es conocido que en Hollywood es más fácil financiar una secuela o una adaptación de otro medio: no solo es más fácil vender un producto del que los espectadores ya tienen conocimiento, incluso si (o especialmente porque) resulta menos arriesgado que una obra original o diferente. Y a la inversa, es también conocido el caso de los 15 editores que rechazaron la obra de J.K. Rowling "porque a nadie le interesaba la historia de un niño mago". El resto es historia.

Es un hecho innegable, y como he explicado además probado por la ciencia, que en general nos gusta siempre más de lo que ya nos gusta. Y en los tiempos que corren, las nuevas tecnologías amplifican cualquier idea o mensaje hasta una escala que hace difícil distinguir el debate del ruido. Y así es como llegamos de nuevo a Game of Thrones, la serie cuyo final ha generado más ruido y encendida discusión. Una legión de fans llevaba años viendo la serie, comentándola en sociedad e integrándola en su vida cotidiana (desde usar frases de Tyrion hasta llamar Daenerys a su hija - gran idea esta última, por cierto). Después de semejante inversión - como se puede esperar que nadie sea objetivo?

Después de todo lo que he explicado, podemos estar al menos de acuerdo en que nuestro criterio está severamente sesgado - tanto si nos gusta como si no, lo importante aquí es que hay una idea en nuestra cabeza de la que ya no podemos escapar. Y como pasa con el resto de fenómenos de la cultura popular, cuanto más metidos estamos en esa cultura, menos libertad de decisión tenemos - no importa lo inteligentes que nos creamos. da igual el fenómeno: ídolos musicales, héroes deportivos, personajes populares, ideas políticas, creencias religiosas... todo es un bagaje para nuestro (así llamado) libre albedrío, más consolidado cuanto más tiempo o esfuerzo le hayamos dedicado.

(The Oatmeal tiene una gran tira sobre esto, que deberías leer: https://theoatmeal.com/comics/believe)

Y ahí es donde reside mi envidia. No en que al público le guste una serie que yo deteste (normalmente es al revés y no pasa nada). Sino en que les importe. En que estén lo suficientemente volcados en ese fenómeno que lo sientan parte de sus vidas, una causa a la que dedicar su interés, su tiempo, sus emociones.

Durante un par de semanas el final de Game of Thrones parecía ser lo único de lo que se hablaba en las redes sociales (y yo no fui ajeno al fenómeno, lo admito). Y como alguien que busca crear obras que no solo lleguen al público (por aquello de ganarse la vida) sino que levanten ese nivel de expectación, envidio honestamente ese estatus. El del creador que no va a dejar a nadie indiferente, que va a suscitar alguna respuesta: incluso que te detesten, o como decía John Waters (director de cine que llegó a insertar escenas reales de coprofagia en alguna de sus películas) "provocar la náusea para mí es como recibir una ovación".

Para llegar a ese punto, antes necesito un plan. Pero esa es otra historia.

PD. Y el final de Game of Thrones, como sus últimas temporadas, es como las canciones de Parchís: nos acordaremos de ellas durante mucho tiempo, pero en el fondo son una puta mierda.

dimecres, 27 de març del 2019

Volies ser merda i no arribes a pet


Hace bastantes años aprendí inglés con una profesora americana cuyo español era bastante correcto, aunque con ocasionales errores de concordancia. Recuerdo una ocasión en que una alumna de repaso, una niñita bastante desagradable, e incluso peor estudiante, le corrigió una frase en español a la profesora. Ella no se cortó y le replicó: "cuando tú hables inglés como yo hablo español, entonces podrás corregirme".

La actitud de mi profesora fue tan digna de aplauso como la de la chiquilla de censura. Nadie quiere identificarse con esa persona mediocre y vulgar que no pierde oportunidad de darle lecciones a los demás de lo que ellos mismos no tienen ni idea. Es un vicio tan extendido que ya ni nos sorprende. Excepto cuando resulta que los que pecamos de opinar sin saber somos nosotros mismos.

"Todo el mundo tiene su opinión" es una obviedad. "Todo el mundo puede opinar" es más cuestionable. Las opiniones pueden estar basadas en el conocimiento o la experiencia personal, pero también en ideas recibidas, rumores, mitos o tópicos. Y por alguna razón, cuanta menos base tiene una opinión, más se esfuerza su dueño en expresarla. Sin importar la experiencia real del sujeto con el tema a debate, todo el mundo en algún momento ha sido (yo también) un experto en algo de lo que no tiene ni puta idea.

"Everybody is a critic" dicen en inglés para denostar al opinador de oficio. Prueba a escuchar opiniones de gente sobre actualidad, sobre arte, o cine, o fútbol. Oyéndolos creerías que son verdaderos licenciados en el tema, como tertulianos de un programa de radio. Raras veces oyes a alguien proclamar su ignorancia sobre un tema, y no pocas veces es solo como prólogo a una opinión no requerida: "yo no sé mucho de esto pero..."

La opinión infundada como género es un hecho cultural con el que poco se puede hacer sin llamar cenutrio indocumentado a todo el mundo (aunque la tentación está ahí). Lo que sí que hay que detener a toda costa es la epidemia de consejeros desinformados que cruzan la línea entre "pues a mí me parece" (que dentro de lo que cabe es simplemente molesto) y el "lo que deberías hacer es" que ya entra en la categoría de odioso.


No estoy exagerando, a lo largo de los años he recibido consejos (importante, nunca solicitados): sobre dieta de personas con sobrepeso; sobre ejercicio físico de personas que no pisan un gimnasio ni por error; sobre salud de fumadores; sobre la actualidad de Catalunya de gente que nunca ha vivido aquí; sobre viajes de gente que nunca ha hecho una escala o un viaje trasatlántico; sobre salud mental de gente que nunca ha sufrido ni medio ataque de pánico... Todos conocemos al típico listo que habla con vehemencia sobre libros en base a los pocos que ha leído en su vida, o que repite una y otra vez la historia de sus pocos viajes como si fuera Marco Polo. "Como Granada no hay nada" es una afirmación bastante hueca si no conoces ningún otro sitio. Haciendo videojuegos me ha tocado trabajar con diseñadores (y artistas, y productores, ystudio managers...) que aseguraban tener la fórmula del éxito, a pesar de nunca tuvieron ninguno. Y por supuesto, en estos últimos años el dar consejos de oficio y sin credenciales se ha convertido en carrera, el infame "coach" capaz de planificar la vida de sus clientes desde la comodidad de quien ni comparte la experiencia vital, ni tiene que gestionar las consecuencias de sus decisiones.

Por supuesto que para mí una de las formas más insidiosas de consejo desinformado es el que tiene que ver con mis dibujos. A todo artista un poco sensible siempre le cuesta recibir consejos artísticos, incluso cuando vienen de un experto o de un profesor. Pero resultan especialmente sangrantes cuando vienen de gente que no ha dibujado nunca nada. Desde que paso el día contando a todo el mundo sobre mi intención de dedicarme a hacer cómics, me toca escuchar los inútiles consejos de gente que no dibuja, o no lee cómics, o no tiene más conocimiento sobre el tema que ver películas de Marvel.

Como los aficionados que dan consejos sobre un deporte cuando ellos no han tocado un balón o corrido cien metros en su vida, los aconsejadores artísticos de oficio se creen con la autoridad de explicarte cómo dibujar, y no tienen problema en dejarte comentarios con sus consejos. Eso sí, como se te ocurra preguntarles por su nivel de experiencia o sugerirles que prueben a hacerlo ellos - entonces no, para eso no tienen tiempo.

Varias veces cuando le he contado a alguien que dibujo cómics, me han propuesto alguna historia. Solamente les pido dos cosas: ¿cuál es tu experiencia escribiendo? Y, ¿puedes poner por escrito tu propuesta? E invariablemente la historia termina ahí: hasta la fecha ninguna de esas conversaciones se ha materializado en una idea por escrito. Al parecer la capacidad del presunto experto se termina en cuanto tiene que poner de su parte y no solo decirte lo que "deberías" hacer. Vivir a través del trabajo de los demás es otra de las epidemias de nuestro tiempo, y todo el mundo quiere ser parte de los éxitos ajenos, arrogarse el mérito del esfuerzo de otros.

¿Te acuerdas de aquello de "Hemos ganado el mundial"? Pues no, tú no has ganado nada. Tú solo estabas en el sofá viendo la tele.

Todo esto no es para decir que no puedas criticar algo a menos que tú puedas hacerlo mejor. A mí no se me da muy bien el bricolaje pero puedo reconocer los méritos de la Torre Eiffel. Si no te gusta lo que hago, no tengo ningún problema en saberlo. Pero por favor, déjalo ahí. No intentes darme consejos, a menos que tú seas capaz de hacerlo, y ya de paso me lo puedas mostrar. No pretendas saber algo que yo no sé, a menos que hayas pasado al menos tantas horas como yo picando piedra.

Y si aún así tienes la tentación de dejarme un comentario diciéndome lo que debería hacer, haz como les enseñan a los que sufren síndrome de Asperger: repítelo tres veces en tu cabeza y luego cállate. Porque para recibir consejos de idiotas que no tienen ni idea, ya tengo mi trabajo.

divendres, 24 d’agost del 2018

Cent mil llamps forcats penjats d’un garrover empeltat de prunera borda

(Versión en español para lectores internacionales, más abajo)

"Tal dia farà un any", diuen en català per treure importància a una cosa. En el meu cas han estat deu. Un darrera l'altre han anat passant els aniversaris dels fets, més desgraciats o afortunats segons se miri, que m'han duit fins aquí. Deu anys des de que vaig obrir aquest blog. Deu anys des de que vaig deixar la meva feina a Tragnarion, deu anys des de que me'n vaig anar a treballar a Derry, i deu anys des de que en vaig tornar ("el pitjor dia de la meva vida", recordau?). Deu anys des de que vaig passar una temporada forçosa de retir vivint amb els meus pares, amb mon pare recuperant-se d'un ictus. Deu anys des de que la meva amiga Eva va morir en un absurd accident de cotxe - el fet que més em va marcar, i que em va empènyer a prendre per primera vegada control de la meva vida i deixar enrera la meva terra.

I just avui fa deu anys que vaig embarcar-me cap a Barcelona, pel que bàsicament ha estat viure tot el que no havia viscut mai abans.

Quasi tot ha canviat des d'aquell agost de 2008. Tenc menys pèl (molt menys) i el que tenc és molt més blanc. He dibuixat uns quants còmics, inclòs un que havia començat feia 20 anys. He visitat un bon grapat de ciutats que no coneixia. He estudiat tres anys per a ser dibuixant de còmics. He corregut un munt de curses i quatre mitges maratons, inclosa una a París. La majoria dels meus amics estan casats, o ténen fills. Tenc catorze nebots, inclosa una de part del meu germà. Una dona que no coneixia fa deu anys em fa prometre estar junts per sempre - i això fa que tota la resta valgui la pena.

Sí, la vida canvia molt en deu anys, però encara no he acabat. Potser he dibuixat i après molt durant tot aquest temps, però encara faig feina fent videojocs. Potser he viatjat molt, però encara no he viscut en cap altre lloc. Potser he crescut, viscut coses noves i superat moltes pors, però encara no he superat la meva ansietat. Avui potser és un dia per mirar enrera i estar orgullós del progrés, però he pujat prou muntanyes i corregut prou curses com per saber que el realment interessant, el vertader repte, és el que vé ara.

Vaig dir a tothom quan vaig venir a Barcelona que no venia amb intenció de quedar-me, que aquest només era un primer pas, un trampolí per a fer la meva vida en un altre lloc. Tenia les mires tan estretes que pensava que tot el que em quedava per fer era tenir èxit en la meva carrera professional, quan el que realment em faltava era tota la resta. Vaig entendre que havia començat a construir la meva casa per la teulada, i amb materials reciclats. Que havia estat vivint una vida que no era meva, sinó la que em pensava que s'esperava de mi. I quan fer el que havia fet sempre havia fallat, em vaig fer una pregunta, una que ningú m'havia fet mai, i que ho va canviar tot:

"I tu què vols?"

I aquesta és la pregunta més perillosa que us podeu fer, perquè si respons amb honestedat, no el que s'espera de tu, no el que et convé, no el que és còmode, sinó allò que sincerament vols de la teva vida, només queden dues opcions. O lluites per aconseguir-ho, o tens una vida miserable lamentant tot el que hauria pogut ser. Recordau la meva cita de Helen Keller? "Life is a daring adventure, or nothing".

Si us heu fet mai un propòsit d'any nou, i sabeu com costen de complir, imagina com ha de ser fer-te un propòsit a deu anys, i a més anunciar-lo en públic, amb el risc que tothom et pugui veure fracassar. Idò aquí està la meva resposta a aquella pregunta. Què vull? Idò com cantava Freddie Mercury, ho vull tot.

Vull entrenar-me físicament, perdre tots els quilos que em sobren, posar-me fort, fer el Camino de Santiago i córrer una marató (com a mínim)
Vull sortir d'aquest país, no només viatjar molt, sinó quedar-me a viure en una altra ciutat (com a mínim)
Vull deixar de programar, dedicar-me a dibuixar, que la gent conegui el meu nom pels meus còmics i tenir gent fent cua per la meva firma en una Comic-Con (com a mínim)

I no m'importa el que costi, això és el que vull i no m'aturaré fins aconseguir-ho, o morir en l'intent. Et sembla que estic apuntant massa amunt? Creus que no en soc capaç, que no m'ho meresc?


I tu, què vols?

I wanna hang with the greatest gotta
Way to go, but it's worth the wait, no
You haven't seen the best of me
I'm still working on my masterpiece

Jessie J, Masterpiece

--

"Tal día hará un año", dicen en catalán para quitar importancia a algo. En mi caso han sido diez. Uno tras otro han ido pasando los aniversarios de los hechos, más desgraciados o afortunados según se mire, que me han llevado hasta aquí. Diez años desde que abrí este blog. Diez años desde que dejé mi trabajo en Tragnarion, diez años desde que me fui a trabajar en Derry, y diez años desde que volví ("el peor día de mi vida", recuerdas?). Diez años desde que pasé una temporada forzosa de retiro viviendo con mis padres, con mi padre recuperándose de un ictus. Diez años desde que mi amiga Eva murió en un absurdo accidente de coche - el hecho de que más me marcó, y que me empujó a tomar por primera vez control de mi vida y dejar atrás mi tierra.

Y justo hoy hace diez años que embarqué hacia Barcelona, para lo que básicamente ha sido vivir todo lo que no había vivido nunca antes.

Casi todo ha cambiado desde aquel agosto de 2008. Tengo menos pelo (mucho menos) y el que tengo es mucho más blanco. He dibujado varios cómics, incluido uno que había comenzado hacía 20 años. He visitado un buen número de ciudades que no conocía. He estudiado tres años para ser dibujante de cómics. He corrido un montón de carreras y cuatro medias maratones, incluida una en París. La mayoría de mis amigos están casados, o tienen hijos. Tengo catorce sobrinos, incluida una de parte de mi hermano. Una mujer que no conocía hace diez años me prometió estar juntos para siempre - y eso hace que todo lo demás valga la pena.

Sí, la vida cambia mucho en diez años, pero todavía no he acabado. Quizás he dibujado y aprendido mucho durante todo este tiempo, pero todavía trabajo haciendo videojuegos. Quizás he viajado mucho, pero todavía no he vivido en ningún otro lugar. Quizás he crecido, vivido cosas nuevas y superado muchos miedos, pero todavía no he superado mi ansiedad. Hoy quizá es un día para mirar atrás y estar orgulloso del progreso, pero he subido bastantes montañas y corrido bastantes carreras como para saber que lo realmente interesante, el verdadero reto, es lo que viene ahora.

Dije a todos cuando vine a Barcelona que no venía con intención de quedarme, que éste sólo era un primer paso, un trampolín para hacer mi vida en otro lugar. Tenía las miras tan estrechas que pensaba que todo lo que me quedaba por hacer era tener éxito en mi carrera profesional, cuando lo que realmente me faltaba era todo lo demás. Entendí que había empezado a construir mi casa por el tejado, y con materiales reciclados. Que había estado viviendo una vida que no era mía, sino la que pensaba que se esperaba de mí. Y cuando hacer lo que siempre había hecho había fallado, me hice una pregunta, una que nadie me había hecho nunca, y que lo cambió todo:

"¿Y tú qué quieres?"

Y esta es la pregunta más peligrosa que te puedes hacer, porque si respondes con honestidad, no lo que se espera de ti, no lo que te conviene, no lo que es cómodo, sino lo que sinceramente quieres de tu vida, sólo quedan dos opciones. O luchas por conseguirlo, o tienes una vida miserable lamentando todo lo que habría podido ser. Recuerdas mi cita de Helen Keller? "Life is a Daring adventure, or nothing".

Si te has hecho un propósito de año nuevo, y sabes cuánto cuestan de cumplir, imagina cómo ha de ser un propósito a diez años, y además anunciarlo en público, con el riesgo de que todo el mundo te pueda ver fracasar. Pues aquí está mi respuesta a esa pregunta. ¿Qué quiero? Pues como cantaba Freddie Mercury, lo quiero todo.

Quiero entrenar físicamente, perder todos los kilos que me sobran, ponerme fuerte, hacer el Camino de Santiago y correr una maratón (como mínimo)
Quiero salir de este país, no sólo viajar mucho, sino quedarme a vivir en otra ciudad (como mínimo)
Quiero dejar de programar, dedicarme a dibujar, que la gente conozca mi nombre por mis cómics y tener gente haciendo cola por mi firma en una Comic-Con (como mínimo)

Y no me importa lo que cueste, eso es lo que quiero y no me detendré hasta conseguirlo, o morir en el intento. Te parece que estoy apuntando demasiado arriba? Crees que no soy capaz, que no me lo merezco?




I wanna hang with the greatest gotta
Way to go, but it's worth the wait, no
You haven't seen the best of me
I'm still working on my masterpiece

Jessie J, Masterpiece

divendres, 29 de desembre del 2017

Ningú s'engata del vi de casa

(versión en español para lectores internacionales, más abajo)

És desembre i aquest any com cada any, estic passant el Nadal a Mèxic amb la meva dona, allotjats a ca els meus sogres. I enguany hem pogut apurar les vacances fins al límit de partir el dia 1, amb tornada a Barcelona el 31.

Per molta de gent, la idea de passar el sopar de Nadal amb els sogres és el més semblant que poden imaginar a fer penitència. Així que la idea de passar un mes sencer amb la família política, i en dates de tant de trui com les de Nadal, els ha de semblar una espècie de purgatori en vida. Per sort, no és aquesta la meva experiència (ja fa cinc anys que em toca, i aquí seguim) així que ara que per les meves terres tothom està en ple procés d'engreixar-se tot lo que no varen ésser mai capaços d'aprimar-se, considerau aquest un servei públic, una espècie de guia de supervivència per a víctimes del Nadal.


The Nightmare before Christmas

Però abans d'arribar a Mèxic, les nostres vacances comencen amb la travessa ritual de l'oceà Atlàntic, que en aquesta ocasió va ser més accidentada de l'habitual: mentre el nostre viatge sol durar 24 hores de porta a porta (que és tan pesat com sona), en aquesta ocasió ha estat de més de 50. El nostre vol transatlàntic, que cobria la ruta Frankfurt-Houston va haver de tornar enrere quan dúiem dues hores i mitja de vol "per un problema amb el motor". No devia ser cap emergència com per poder desfer tot el trajecte fins a Frankfurt, però ens va tocar ser rebuts a l'aeroport (sembla ser que per protocol) per camions de bombers i ambulàncies, tot i que no havia passat res.



A partir d'aquí, els responsables de Lufthansa, companyia amb la qual volàvem per primera vegada (i si puc triar, per darrera) ens van començar a decebre - enviant-nos a un lloc i un altre per a reassignar-nos a un altre vol, i quan finalment ens van fer un rebooking per arribar a Guadalajara via Londres i Ciutat de Mèxic... l'avió es va retardar quasi una hora, fent-nos perdre per minuts la nostra connexió a Londres i obligant-nos a fer nit a Londres abans de reprendre viatge l'endemà. Si no haguéssim estat tan esgotats per la dematinada i per tots els tràmits i corregudes (la meva dona va acabar plorant de desesperació de veure com no ens deixaven pujar a l'avió que encara estava allà davant nosaltres) quasi hauria estat una escena de comèdia, d'aquelles on al protagonista tot li surt malament.

Però nosaltres ja no teníem ànims per a bromes. Tot i així, aquesta aventura va tenir almenys dues ensenyances positives: una, l'ajuda que ens va donar el responsable de Aeroméxico, que tot i que va ser el mateix a qui les normes no li permetien deixar-nos pujar a l'avió, també va ser el que ens va deixar el seu telèfon per a cridar a Lufthansa (passades les 11 de la nit en aeroport desert i sense connexió no hi ha gran cosa que es pugui fer) i es va quedar amb nosaltres 40 minuts mentre aconseguíem vols per l'endemà, i fins i tot ens va acompanyar fins a l'hotel de l'aeroport on ens vam quedar. Fins i tot en les situacions més desesperants s'ha de confiar en la gent.

La segona, que tot i el meu historial amb l'ansietat, vaig ser capaç de no perdre els papers i fer les gestions oportunes per a poder seguir el nostre viatge l'endemà tot i el cansament i l'adversitat. Quasi com si fós un examen sorpresa del meu progrés en la meva teràpia, jo diria que vaig superar la prova amb nota. Aquella nit que vam passar a Londres no vam tenir cap dels dos el descans més reparador (vaja, que no vàrem dormir gens) però aquell dia al meu Dark Muppet li vaig ensenyar el dit del mig i li vaig fer un Neo.



Superada la prova, el dia següent va sortir tot bé. El personal de l'hotel, el xòfer que ens va portar a la terminal, i fins i tot el personal de Lufthansa va ser amable i diligent. I a més, ens van ficar a un avió de United per a creuar l'Atlàntic, i com diu la meva dona, pots dir el que vulguis dels gringos, però el seu sistema té totes les incidències previstes i saben gestionar els imprevistos.

I quan vam fer la darrera escala a Houston, fins i tot ens vam permetre una mica d'humor.



En arribar el darrer avió que finalment ens va portar a Guadalajara, un turista americà, i amb aspecte d'haver-se begut fins a l'aigua dels floreros, va posar veu al que estàvem pensant després dels cinc avions, cridant: "Guadalajara, baby!"


Guadalajara, Baby!

Cada any abans de venir m'astora una mica més el nivell de desconeixement de geografia i geopolítica de la gent al meu voltant, des dels que es pensen que a Mèxic ara és estiu perquè està a l'altre hemisferi (!), els que situen el país a Centramèrica (!!), i ja en el terreny de les expectatives, els que es fan els entesos perquè una vegada varen estar a Cancún, o els que imaginen Mèxic quasi com el wild west, un desert ple de cactus on els homes ténen grans mostatxos i patilles, vesteixen ponchos i és passen el dia bevent tequila i dient "güey". I per suposat, els que tot el que saben de Mèxic és pel cine i la televisió (americans) i les notícies sobre narcotraficants, segrests i corrupció institucional.

D'això darrer, només recordar que només en els darrers mesos, el país on visc ha estat víctima d'un atemptat terrorista, brutalitat policial contra la població, repressió de la democràcia, presos polítics i trames corruptes a les institucions. Així que qui es pensi que a per aquells indrets no estam tant malament, que s'ho faci mirar.

Així que per què quedi clar: Mèxic està a Nord Amèrica, aquí no està gaire ben vist entre gent educada dir "güey", ni "pinche" ni "chingón" que en aquest país et delataria com un "naco" (equivalent als nostres quillos i chonis) i per amor de Déu, mirau el mapa, Mèxic està per damunt del Equador, i Guadalajara a la zona tropical així que el clima sol ser bastant suau, i com que cada any soliem tornar a casa amb roba gruixada que no ens havíem arribat a posar, aquesta vegada, més previnguts, havíem fet una maleta més lleugera de roba... i just ens vam trobar amb una ona de fred recent arribats. Supòs que juntament amb l'accidentat viatge era part del pla de l'univers per que no ens confiàssim tant, però està vist que en aquests temps d'incertesa ja ni del temps et pots fiar.

Apart d'això, com de costum tots els nostres desplaçaments els feim en cotxe, pràcticament no caminant, i menjam com trabucs. Com a conseqüència solem acabar cada Nadal amb un parell de quilos de més (i ja veníem amb excés d'equipatge... i no vull dir les maletes precisament). Enguany com a novetat, vaig tenir ocasió d'anar a córrer al Parque Metropolitano, que tothom m'havia recomanat visitar, amb l'agradable sorpresa de trobar gent de tota condició (i talla) fent exercici a peu o en bicicleta al parc. El que sembla que aquí encara no gestionen bé és la imatge d'un home en malles. Què puc dir? Ah, sí.


Que massa sobrepès té aquest país com per anar jutjant als que feim l'esforç d'estar en forma. O per que aquí m'entenguin: Amuélense, gorditos.


Qui tot sol s'ho menja tot sol s'ofega

Quan travesses un oceà per anar de vacances un mes, els preparatius i l'actitut són molt diferents a quan ho fas per uns dies. Quan anam a Mallorca, ho feim com a visitants, mentre que aquí hi venim a viure - durant un mes, però a viure. I tal i com passa quan vius a un lloc, no són tot visites i sopars, hi ha moltes estones lliures (o com en diuen a ca'ls De Obeso, "tiempo libre para actividades personales"). Així, part dels meus preparatius inclouen triar amb antelació les meves lectures, projectes i altres activitats per a aprofitar els llargs dies, enlloc d'acabar les festes a) avorrit de tot i fart de vacances, i b) amb sensació de no haver fet res més que menjar i dormir.

(No tenc res en contra de menjar i dormir, però si sou lectors habituals d'aquest blog sabeu que tenc una guerra oberta contra la procrastinació - i les guerres no agafen vacances)

No donaré aquí l'informe complet de tots els llibres i còmics que m'he llegit, ni de quantes sèries he vist (pista: Netflix al dormitori, whaaat) però sí del projecte que duia en darrer des de l'any passat, completar les lliçons que em faltaven del manual de còmic que estava estudiant, inclòs el, diguem-ne, projecte de final de carrera, un còmic de set pàgines que vaig escriure i dibuixar íntegrament durant les vacances, una adaptació lliure del conte de Nadal de Dickens amb els personatges del Huérfanos (i que podeu llegir a la meva pàgina de còmics a Facebook). Si a qualcú li sembla que invertir déu dies de les teves vacances en dibuixar un còmic només com a repte, sense guanyar res a canvi, és una pèrdua de temps, és que no m'ha estat fent molta atenció. 

Codis postals

Cada vegada que visitam Guadalajara solem fer una sèrie de visites que ja hem convertit en tradició, encara que no sigui el primer que un se li ocorre quan pensa en les vacances. Per exemple, el dentista: els tractaments dentals són molt més barats aquí que a ca nostra, i a més aquí tenim temps per anar al dentista amb calma.

Una altra de les tradicions que hem instaurat des de fa uns anys és la visita a Plaza Patria. "Plaza" és com en diuen aquí als centres comercials i aquesta en particular no passa per ser de les més elegants de la ciutat. Però l'hem acabat visitant cada any cercant qualque cosa que mai trobam, tastant una mica de la proverbial desgana dels dependents mexicans (i això ho pensen aquí també així que no sóc només jo) i finalment acabar trobant qualque tresor inesperat, que gràcies a la bona cotització de l'euro (23 pesos per euro, comparat amb els 16 de fa cinc anys) ens fa sentir com a potentats.


Edició de Marvel Mèxic dels còmics amb les primeres aparicions del Capità Amèrica, Iron Man I Wolverine.

Per contrast amb l'encant "ranchero" de Plaza Patria, el glamour del Fiesta Americana. Aquest elegant hotel ofereix un excel·lent bufet d'esmorzar que aprofitam cada any almenys una vegada (i enguany dues) a un preu que novament gràcies al canvi de moneda ens resulta del més assequible, i que aprofitam al límit menjant en dues hores més del que solem menjar en tot un dia a Barcelona. I tot això en un ambient immillorable, música en directe i cambrers que atenen la teva mínima petició amb cordialitat quasi agobiant i et tracten de "señor", per contrast amb l'agobiant indiferència dels dependents de les tendes de Plaza Patria.

Aquest constant oscil·lar entre el més elegant i el més popular sol ser una constant de les nostres estàncies. En aquest país ténen una expressió molt eloqüent per a marcar les diferències socials (i aquí aquestes impliquen quasi sempre diferències econòmiques, culturals i d'educació) que és la de que qualcú és "d'un altre codi postal".

Aquesta expressió pot sobtar a la meva terra, on no ja al mateix barri sinó a la mateixa finca hi poden conviure un taxista, un picapedrer immigrant i el director d'una sucursal bancària. Encara que possible, aquesta diversitat socioeconòmica aquí és inusual, i sovint el teu barri tot sol pot donar una idea de la teva posició social.

Per això la visita a Plaza Patria és tan singular, i de fet la meva sogra s'espera tot l'any a que venguen per a anar-hi. L'estil i la clientela del centre és definitivament d'un altre codi postal en aquest sentit, però a nosaltres tot això ens és ben igual, i com més cutre la Plaza més bé ens ho passam. I quan sentim que ens està davallant la categoria, idò ens anam a berenar al Fiesta Americana I se'ns passa.

Aquests mateixos contrastos es poden apreciar en la nostra vida quotidiana a ca els meus sogres, que oscil·len entre els cuidadíssims preparatius del sopar de Nadal (dignes de L'Edat de la Innocència) a la molt més laxa convivència diària, que inclou des d'esmorzar en pijama a l'experiència compartida de diferents activitats. Ja he dit que nosaltres no passam el mes a aquesta casa de visita sinó que vivim aquí, amb totes les conseqüències. Però no puc revelar més detalls sense que la meva sogra m'engegui de casa.


Petits grans monstres

És evident que (a més de no anar a fer feina) hi ha moltes diferències entre la nostra vida a Barcelona I la que feim a ca els De Obeso a Guadalajara (o Zapopan, que és amb més precisió on estam). Aquí la casa es immensa per contrast amb el nostre piset claustrofòbic (o almenys és el que ens sembla quan tornem a casa). Aquí les distàncies són grans i es recorren en cotxe (perquè novament, l'ús del transport públic correspon a una altra classe social). Aquí les famílies del que per nosaltres seria classe mitjana ténen de forma normal amb treballadores domèstiques (les "muchachas") i creieu-me que en això hi ha un vertader abisme social entre senyors i servents a nivell "Downton Abbey".

Però més enllà de les peculiaritats de la vida quotidiana, a nivell familiar la diferència que més notam és la de passar de conviure quasi exclusivament amb adults a un mes sencer on els nins marquen la nostra agenda. Tenim a Mèxic 11 nebots que ja estan físicament amb nosaltres, una altra que ja està demanant pista per aterrar, i almenys un altre (o altra) en camí per procediment administratiu (adopció) i vés tu a saber quants més en vindran, que aquí els meus cunyats/des encara estan en edat fèrtil... i tots invariablement ens fan saber, amb una mescla d'enveja i presumpció, que "estic esgotat però tu no ho pots entendre perquè no tens fills".

Tret de comprovar com en això com en tot, diferents famílies s'organitzen de diferents maneres, la veritat és que arribam a disfrutar molt dels nostres nebots. Mai el primer dia que els retrobam, en què solen ajuntar-se tots a jugar, córrer i cridar a la terrassa dels meus sogres, cosa que a mi personalment em s'atura molt aviat, però sí després quan els tornam a veure, per famílies o tots junts, on ja se'ns fan més manejables. A més ara ja comencen a tenir conversa (la major té 8 anys i darrera ella vénen de totes les edats) i ja és pot jugar amb ells amb un cert nivell d'organització, llegir-los contes sense que perdin el fil, i gaudir de les seves rareses, des del que no es creu que la meva sogra és mare de la meva dona fins al que té com a jugueta preferida el tassó d'una licuadora (true story). Ja l'any passat vaig fer-los un joc de la oca gegant de Star Wars que els va agradar prou, i enguany unes màscares de superherois (com es pot veure hi ha una temàtica, i una agenda gens casual, darrera dels meus jocs).


A very De Obeso Christmas

Però tornant al Nadal, que era al que veníem, com és un Nadal a Mèxic, o almenys a ca la meva família política?

Idò no és molt diferent a la resta supòs, encara que en el nostre cas s'ajunten les tradicionals "posadas" amb la retrobada amb amics i família que no hem vist en tot l'any. Al final tot això és tradueix en menjar. Menjar sovint, abundant i gens dietètic, que fa que la nostra línia (que ja no estava en les seves millors hores) sigui la primera víctima de les vacances.

Almenys enguany no ens ha tocat cap "piñata", que de totes les tradicions mexicanes, la de posar un pal en mans d'un menor per a fotre-li garrotades a un ninot a canvi de caramels, encara ara em sembla la més violenta.

Però a més del menjar copiós amb qualsevol excusa, el Nadal a ca els meus sogres passa per dues tradicions amb diferents graus d'acceptació social depenent d'a qui li demanis: el sopar de Nadal i els rosaris.

El primer és un desplegament de mitjans per part de la meva sogra i la meva dona (amb la meva assistència per a moure coses) digne d'un banquet reial. Tots els detalls estan cuidats i la taula queda parada des del migdia per a rebre a tota la família... sense nins.

Deixau-me compartir una intimitat sobre el Nadal de la meva família política. Com en moltes cases, els meus cunyats es divideixen entre els pares i els sogres, un any a cadascun. L'any en què el Nadal és a ca els seus sogres, el Nadal a ca els De Obeso es celebra abans, i en no ser nit de Nadal poden deixar els infants amb qualcú que els cuidi. Quan toca Nadal a ca els pares, en diuen Nadal. Quan toca a ca els sogres, en diuen Halloween.

Deixarem com exercici al lector la raó per aquesta denominació (una pista: Halloween és nit de bruixes) però enguany tocava Halloween. De fet, tècnicament per a mi cada any em toca Halloween tot el desembre, però donat que jo m'ho passo perfecte venint aquí, sospit que el Nadal-Halloween resulta per als meus cunyats una experiència més traumàtica. Per comparació, preparar casa per rebre a dotze persones és una passejada. I gràcies a una iniciativa dels meus cunyats, ara tots els anys el sopar el celebrant abans del 24, de forma que puguin deixar els nins a casa tant si toca Nadal com Halloween. Així els nins fan el seu Nadal a gust un dia, els adults un altre, i els VIP (els sogres, la dona i jo) sopam el 24 en petit comitè sense que ningú pertorbi el nostre esperit nadalenc.

L'altra tradició nadalenca en aquesta casa resulta un poc menys agraïda. Resulta que des de fa molts d'anys el meu sogre continua una tradició de la seva família de convocar a amics i família a resar el rosari durant qualsevol dels 9 dies abans del Nadal (aquesta és una casa catòlica així que es fan aquestes coses). El problema és que la responsabilitat de l'organitzador d'aquesta activitat comença i acaba amb l'enviament dels missatges d'invitació, mentre que els preparatius per a rebre als possibles assistents (que quasi mai confirmen si vendran) corre de part de qualcú altre. El resultat és que cada un dels cinc nadals que hem passat aquí els rosaris han estat una broma familiar recurrent (i dic broma per no dir incordi, que seria més precís).

Si us estat demanant com gestiona un ateu recalcitrant com jo passar les festes en un entorn tan religiós entre rosaris i altres "mocherías" (beateries), és fàcil: només has d'ignorar-ho. Ara mateix allà on vivim hi ha famílies barallades per qüestions polítiques, i en la meva vida quotidiana he de conviure amb tota classe de gent amb idees diferents a les meves, i ni de bon tros la meva família política és tan pesada com els aficionats al futbol, els independentistes, els vegans, els usuaris d'Apple i els fans de Game of Thrones. Si hagués d'evitar relacionar-me amb gent amb la qual no comparteixi idees, tendria una vida social ben limitada, i tampoc em dedico a discutir-li a ningú les fantasies en les quals li agradi creure (ja no, almenys). Així que hem arribat a un cert pacte de no agressió segons el qual ningú intenta evangelitzar-me i jo no dic el que en pens de la seva religió (la qual cosa em vetaria l'entrada a aquesta casa, segurament per sempre).

A més, participar de les celebracions religioses nadalenques pot arribar a donar-te experiències memorables inesperades. Fa un pocs anys ens va tocar la missa de Nadal a una església d'aquelles que la meva sogra anomena "de otro código postal" pero que està només a uns carrers de distància de la casa (potser la distribució social per codis postals no és tan estricta després de tot... o els meus sogres no ténen tanta categoria com ells es pensen, qui ho sap). El cas és que en un moment culminant de la cerimònia qualcú al cor de l'església va començar a animar: "dame una J, dame una E...", "Qué dice? JESÚS! Más fuerte! JESÚS!" I jo allà flipant i pensant "si que son diferents les misses aquí" fins que els veig la cara a la meva dona i els meus sogres morint-se de la vergonya... i encara faltava el capellà que va aparèixer aixecant un Nin Jesús en braços per damunt del cap com en un partit de futbol americà. Tota l'escena era surrealista, grotesca i còmica a parts iguals, però m'ha reconciliat amb la idea d'acompanyar als meus sogres a missa, sempre a l'espera de que es repeteixi un episodi remotament similar, que un sempre necessita inspiració per a dibuixar tires còmiques...


Tota aquesta cerimònia de menjars, posadas i rosaris acaba abruptament el dia 26, que és més o menys quan els nostres estómacs criden "ja no més, per favor!". Que és també quan ens toca començar a pensar en la tornada a casa, a tornar a fer les maletes i a preparar-nos mentalment per al fred, la dieta i la feina. Jo almenys mantinc el costum de fer una mica d'exercici i aixecar-me prest, però està clar que no és el mateix fer-ho per gust que per obligació - i la tornada a la feina, per raons confidencials, em fa una especial peresa enguany. De tot el que ens espera a Barcelona, només em mor de ganes de la següent cursa, de la tornada a les meves classes (però no els meus companys millennials ganduls) i del proper viatge al festival de còmic d'Angouleme (que ja us contaré).

Però en fi, aquesta és la nostra vida ara, disfrutar de les vacances i agafar forces, que per peresa que em faci, aquest serà un any interessant i ple de canvis. I al final de tot, per pesat que sigui el viatge, i si res ho impedeix, tornarem una altra vegada a Guadalajara a menjar, riure i veure créixer els nebots.

Just el nostre codi postal.

Ah, i bon any a tothom.

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Es diciembre y este año como cada año, estoy pasando la Navidad en México con mi mujer, alojados en casa de mis suegros. Y este año hemos podido apurar las vacaciones hasta el límite de partir el día 1, con regreso a Barcelona el 31.

Para mucha gente, la idea de pasar la cena de Navidad con los suegros es lo más parecido que pueden imaginar a hacer penitencia. Así que la idea de pasar un mes entero con la familia política, y en fechas de tanto ajetreo como las de Navidad, les ha de parecer una especie de purgatorio en vida. Por suerte, no es esa mi experiencia (ya hace cinco años que me toca, y aquí seguimos) así que ahora que por mis tierras todo el mundo está en pleno proceso de engordar todo lo que no fueron capaces de adelgazar, consideren éste un servicio público, una especie de guía de supervivencia para víctimas de la Navidad.


The Nightmare before Christmas

Pero antes de llegar a México, nuestras vacaciones comienzan con la travesía ritual del océano Atlántico, que en esta ocasión fue más accidentada de lo habitual: mientras nuestro viaje suele durar 24 horas de puerta a puerta (que es tan pesado como suena), en esta ocasión ha sido de más de 50. nuestro vuelo transatlántico, que cubría la ruta Frankfurt-Houston tuvo que volver atrás cuando llevábamos dos horas y media de vuelo "por un problema con el motor". No sería ninguna emergencia como para poder deshacer todo el trayecto hasta Frankfurt, pero nos tocó ser recibidos en el aeropuerto (parece ser que por protocolo) para camiones de bomberos y ambulancias, aunque no había pasado nada.


A partir de aquí, los responsables de Lufthansa, compañía con la que volábamos por primera vez (y si puedo elegir, por última) nos empezaron a decepcionar - enviándonos de un sitio a otro para reasignarnos a otro vuelo, y cuando finalmente nos hicieron un rebooking para llegar a Guadalajara vía Londres y Ciudad de México ... el avión se retrasó casi una hora, haciéndonos perder por minutos nuestra conexión en Londres y obligándonos a hacer noche en Londres antes de retomar viaje al día siguiente. Si no hubiéramos estado tan agotados por el madrugón y por todos los trámites y carreras (mi mujer terminó llorando de desesperación de ver como no nos dejaban subir al avión que todavía estaba allí delante de nosotros) casi habría sido una escena de comedia, de esas donde al protagonista todo le sale mal.

Pero nosotros ya no teníamos ánimos para bromas. Sin embargo, esta aventura tuvo al menos dos enseñanzas positivas: una, la ayuda que nos dio el responsable de Aeroméxico, que a pesar de que fue el mismo al que las normas no le permitían dejarnos subir al avión, también fue el que nos prestó su teléfono para llamar a Lufthansa (pasadas las 11 de la noche en aeropuerto desierto y sin conexión no hay gran cosa que se pueda hacer) y se quedó con nosotros 40 minutos mientras conseguíamos vuelos para el día siguiente, e incluso nos acompañó hasta el hotel del aeropuerto donde nos quedamos. Incluso en las situaciones más desesperantes se debe confiar en la gente.

La segunda, que a pesar de mi historial con la ansiedad, fui capaz de no perder los papeles y hacer las gestiones oportunas para poder seguir nuestro viaje al día siguiente a pesar del cansancio y la adversidad. Casi como si fuera un examen sorpresa de mi progreso en mi terapia, yo diría que superé la prueba con nota. Esa noche que pasamos en Londres no tuvimos ninguno de los dos el descanso más reparador (vamos, que no dormimos nada) pero ese día a mi Dark Muppet le enseñé el dedo medio y le hice un Neo.




Superada la prueba, el día siguiente salió todo bien. El personal del hotel, el chófer que nos llevó a la terminal, e incluso el personal de Lufthansa fue amable y diligente. Y además, nos metieron en un avión de United para cruzar el Atlántico, y como dice mi esposa, puedes decir lo que quieras de los gringos, pero su sistema tiene todas las incidencias previstas y saben gestionar emergencias.

Y cuando hicimos la última escala en Houston, incluso nos permitió un poco de humor.



Al llegar el último avión que finalmente nos llevó a Guadalajara, un turista americano, y con aspecto de haberse bebido hasta el agua de los floreros, puso voz a lo que estábamos pensando después de los cinco aviones, gritando: "Guadalajara , baby!"


Guadalajara, Baby!

Cada año antes de venir me asombra un poco más el nivel de desconocimiento de geografía y geopolítica de la gente a mi alrededor, desde los que se piensan que en México ahora es verano porque está al otro hemisferio (!), los que sitúan al país en Centroamérica, y ya en el terreno de las expectativas, los que se hacen los entendidos porque una vez estuvieron en Cancún, o los que imaginan México casi como el wild west, un desierto lleno de cactus donde los hombres tienen grandes mostachos y patillas, visten ponchos y se pasan el día bebiendo tequila y diciendo "güey". Y por supuesto, los que todo lo que saben de México es por el cine y la televisión (estadounidenses) y las noticias sobre narcotraficantes, secuestros y corrupción institucional.

De esto último, sólo recordar que sólo en los últimos meses, el país donde vivo ha sido víctima de un atentado terrorista, brutalidad policial contra la población, represión de la democracia, presos políticos y tramas corruptas en las instituciones. Así que quien piense que a por allá no estamos tan mal, que se lo haga mirar.

Así que para que quede claro: México está en Norte América, aquí no está muy bien visto entre gente educada decir "güey", ni "pinche" ni "chingón" que en esta ciudad te delataría como un "naco" (equivalente a nuestros quillos y chonis) y por amor de Dios, mirad el mapa, México está por encima del Ecuador, y Guadalajara en la zona tropical así que el clima suele ser bastante suave, y como cada año solía volver a casa con ropa gruesa que no nos habíamos llegado a poner, esta vez, más precavidos, habíamos hecho una maleta más ligera de ropa ... y justo nos encontramos con una ola de frío reciente llegados. Supongo que junto con el accidentado viaje era parte del plan del universo para que no nos confiásemos tanto, pero está visto que en estos tiempos de incertidumbre ya ni del tiempo te puedes fiar.

Aparte de esto, como de costumbre todos nuestros desplazamientos los hacemos en coche, prácticamente no caminamos, y comemos como cochinos. Como consecuencia solemos terminar cada Navidad con un par de kilos de más (y ya veníamos con exceso de equipaje ... y no quiero decir las maletas precisamente). Este año como novedad, tuve ocasión de ir a correr al Parque Metropolitano, que todo el mundo me había recomendado visitar, con la agradable sorpresa de encontrar gente de toda condición (y talla) haciendo ejercicio a pie o en bicicleta en el parque. Lo que parece que aquí aún no gestionan bien es la imagen de un hombre en mallas. ¿Qué puedo decir? Ah, sí.



Que demasiado sobrepeso tiene este país como para ir juzgando a los que hacemos el esfuerzo de estar en forma. O para que aquí me entiendan: Amuélense, gorditos.


Quien solo lo come solo se ahoga

Cuando cruzas un océano para ir de vacaciones un mes, los preparativos y la actitud son muy diferentes a cuando lo haces por unos días. Cuando vamos a Mallorca, lo hacemos como visitantes, mientras que aquí venimos a vivir - durante un mes, pero a vivir. Y tal como ocurre cuando vives en un lugar, no son todo visitas y cenas, hay muchos ratos libres (o como dicen en Casa De Obeso, "tiempo libre para actividades personales"). Así, parte de mis preparativos incluyen elegir con antelación mis lecturas, proyectos y otras actividades para aprovechar los largos días, en lugar de terminar las fiestas a) aburrido de todo y harto de vacaciones, y b) con sensación de no haber hecho nada más que comer y dormir.

(No tengo nada en contra de comer y dormir, pero si sois lectores habituales de este blog sabéis que tengo una guerra abierta contra la procrastinación - y las guerras no cogen vacaciones)

No daré aquí el informe completo de todos los libros y cómics que me he leído, ni de cuántas series he visto (pista: Netflix en el dormitorio, whaaat) pero sí del proyecto que llevaba pendiente desde el año pasado, completar las lecciones que me faltaban del manual de cómic que estaba estudiando, incluido el, digamos, proyecto de final de carrera, un cómic de siete páginas que escribí y dibujé íntegramente durante las vacaciones, una adaptación libre del cuento de Navidad de Dickens con los personajes de Huérfanos (y que puede leer en mi página de cómics en Facebook). Si a alguien le parece que invertir diez días de tus vacaciones en dibujar un cómic sólo como reto, sin ganar nada a cambio, es una pérdida de tiempo, es que no me ha estado prestando mucha atención.



Códigos postales

Cada vez que visitamos Guadalajara solemos hacer una serie de visitas que ya hemos convertido en tradición, aunque no sea lo primero que se le ocurre a uno cuando piensa en las vacaciones. Por ejemplo, el dentista: los tratamientos dentales son mucho más baratos aquí que en casa, y además aquí tenemos tiempo para ir al dentista con calma.

Otra de las tradiciones que hemos instaurado desde hace unos años es la visita a Plaza Patria. "Plaza" es como llaman aquí a los centros comerciales y esta en particular no pasa por ser de las más elegantes de la ciudad. Pero la hemos acabado visitando cada año buscando algo que nunca encontramos, probando un poco de la proverbial desgana de los dependientes mexicanos (y esto lo piensan aquí también así que no soy sólo yo) y finalmente terminar encontrando algún tesoro inesperado, que gracias a la buena cotización del euro (23 pesos por euro, comparado con los 16 de hace cinco años) nos hace sentir como potentados.



Foto: edición de Marvel México de los cómics con las primeras apariciones del Capitán América, Iron Man y Wolverine.

Por contraste con el encanto "ranchero" de Plaza Patria, el glamour del Fiesta Americana. Este elegante hotel ofrece un excelente desayuno buffet que aprovechamos cada año al menos una vez (y este año dos) a un precio que nuevamente gracias al cambio de moneda nos resulta de lo más asequible, y que aprovechamos al límite comiendo en dos horas más de lo que solemos comer en todo un día en Barcelona. Y todo ello en un ambiente inmejorable, música en directo y camareros que atienden tu mínima petición con cordialidad casi agobiante y te tratan de "señor", por contraste con el agobiante indiferencia de los dependientes de las tiendas de Plaza Patria.

Este constante oscilar entre el más elegante y el más popular suele ser una constante de nuestras estancias. En este país tienen una expresión muy elocuente para marcar las diferencias sociales (y aquí estas implican casi siempre diferencias económicas, culturales y de educación) que es la de que alguien es "de otro código postal".

Esta expresión puede sorprender en mi tierra, donde no ya en el mismo barrio sino en la misma finca pueden convivir un taxista, un albañil inmigrante y el director de una sucursal bancaria. Aunque posible, esta diversidad socioeconómica aquí es inusual, y a menudo tu barrio por sí solo puede dar una idea de tu posición social.

Por eso la visita a Plaza Patria es tan singular, y de hecho mi suegra espera todo el año a que vendan para ir. El estilo y la clientela del centro es definitivamente de otro código postal en este sentido, pero nosotros todo esto nos da igual, y cuanto más cutre la Plaza más bien nos lo pasamos. Y cuando sentimos que nos está descendiendo la categoría, pues nos vamos a desayunar al Fiesta Americana y se nos pasa.

Estos mismos contrastes se pueden apreciar en nuestra vida cotidiana en casa mis suegros, que oscilan entre los cuidadísimos preparativos de la cena de Navidad (dignos de La Edad de la Inocencia) a la mucho más laxa convivencia diaria, que incluye desde desayunar en pijama a la experiencia compartida de diferentes actividades. Ya he dicho que nosotros no pasamos el mes en esta casa de visita sino que vivimos aquí, con todas las consecuencias. Pero no puedo revelar más detalles sin que mi suegra me eche de casa.


Pequeños grandes monstruos

Es evidente que (además de no ir a trabajar) hay muchas diferencias entre nuestra vida en Barcelona Y la que hacemos en casa de los De Obeso en Guadalajara (o Zapopan, que es con más precisión dónde estamos). Aquí la casa es inmensa por contraste con nuestro pisito claustrofóbico (o al menos es lo que nos parece cuando volvemos a casa). Aquí las distancias son grandes y se recorren en coche (porque nuevamente, el uso del transporte público corresponde a otra clase social). Aquí las familias de lo que para nosotros sería clase media tienen de forma normal trabajadoras domésticas (las “muchachas") y creedme que en esto hay un verdadero abismo social entre señores y sirvientes a nivel "Downton Abbey".

Pero más allá de las peculiaridades de la vida cotidiana, a nivel familiar la diferencia que más notamos es la de pasar de convivir casi exclusivamente con adultos a un mes entero donde los niños marcan nuestra agenda. Tenemos en México 11 sobrinos que ya están físicamente con nosotros, otra que ya está pidiendo pista para aterrizar, y al menos otro (u otra) en camino por procedimiento administrativo (adopción) y ve tú a saber cuántos más vendrán, que aquí mis cuñados/as todavía están en edad fértil ... y todos invariablemente nos hacen saber, con una mezcla de envidia y presunción, que "estoy agotado pero tú no lo puedes entender porque no tienes hijos".

Salvo comprobar cómo en esto, como en todo, diferentes familias se organizan de diferentes maneras, lo cierto es que llegamos a disfrutar mucho de nuestros sobrinos. Nunca en el primer día que los reencontramos, en que suelen juntarse todos a jugar, correr y gritar en la terraza de mis suegros, lo que a mí personalmente me satura muy pronto, pero sí después cuando los volvemos a ver, por familias o todos juntos, donde ya se nos hacen más manejables. Además ahora ya empiezan a tener conversación (la mayor tiene 8 años y tras ella vienen de todas las edades) y ya se puede jugar con ellos con un cierto nivel de organización, leerles cuentos sin que pierdan el hilo, y disfrutar de sus rarezas, desde el que no se cree que mi suegra es madre de mi mujer hasta el que tiene como juguete preferido el vaso de una licuadora (true story). Ya el año pasado les hice un juego de la oca gigante de Star Wars que les gustó bastante, y este año unas máscaras de superhéroes (como se puede ver hay una temática, y una agenda nada casual, detrás de mis juegos).


A very De Obeso Christmas

Pero volviendo a la Navidad, que era a lo que veníamos, cómo es una Navidad en México, o al menos en casa de mi familia política?

Pues no es muy diferente al resto supongo, aunque en nuestro caso se juntan las tradicionales "posadas" con el reencuentro con amigos y familia que no hemos visto en todo el año. Al final todo esto se traduce en comer. Comida frecuente, abundante y nada dietética, que hace que nuestra línea (que ya no estaba en sus mejores horas) sea la primera víctima de las vacaciones.

Al menos este año no nos ha tocado ninguna "piñata", que de todas las tradiciones mexicanas, la de poner un palo en manos de un menor para pegarle palos a un muñeco a cambio de caramelos, aun ahora me parece la más violenta.

Pero además de la comida copiosa con cualquier excusa, la Navidad en casa mis suegros pasa por dos tradiciones con diferentes grados de aceptación social dependiendo de a quien le pidas: la cena de Navidad y los rosarios.

El primero es un despliegue de medios por parte de mi suegra y mi mujer (con mi asistencia para mover cosas) digno de un banquete real. Todos los detalles están cuidados y la mesa queda preparada desde el mediodía para recibir toda la familia ... sin niños.

Dejadme compartir una intimidad sobre la Navidad de mi familia política. Como en muchas casas, mis cuñados se dividen entre los padres y los suegros, un año cada uno. El año en que la Navidad es en casa de sus suegros, la Navidad en casa de los De Obeso se celebra antes, y al no ser Nochebuena pueden dejar a los niños con alguien que los cuide. Cuando toca Navidad en casa de los padres, lo llaman Navidad. Cuando toca en casa de los suegros, lo llaman Halloween.

Dejaremos como ejercicio al lector la razón por esta denominación (una pista: Halloween es noche de brujas) pero este año tocaba Halloween. De hecho, técnicamente para mí cada año me toca Halloween todo diciembre, pero dado que yo me lo paso perfecto viniendo aquí, sospecho que la Navidad-Halloween resulta para mis cuñados una experiencia más traumática. Por comparación, preparar casa para recibir a doce personas es un paseo. Y gracias a una iniciativa de mis cuñados, ahora todos los años la cena la celebramos antes del 24, de forma que puedan dejar los niños en casa tanto si toca Navidad como Halloween. Así los niños hacen su Navidad a gusto un día, los adultos otro, y los VIP (los suegros, la mujer y yo) cenamos el 24 en pequeño comité sin que nadie perturbe nuestro espíritu navideño.

La otra tradición navideña en esta casa resulta un poco menos agradecida. Resulta que desde hace muchos años mi suegro continúa una tradición de su familia de convocar a amigos y familia a rezar el rosario durante cualquiera de los 9 días antes de la Navidad (esta es una casa católica así que se hacen estas cosas). El problema es que la responsabilidad del organizador de esta actividad empieza y termina con el envío de los mensajes de invitación, mientras que los preparativos para recibir a los posibles asistentes (que casi nunca confirman si vendrán) corre de parte de otros. El resultado es que cada una de las cinco navidades que hemos pasado aquí los rosarios han sido una broma familiar recurrente (y digo broma por no decir incordio, que sería más preciso).

Si os preguntáis cómo gestiona un ateo recalcitrante como yo pasar las fiestas en un entorno tan religioso entre rosarios y otras "mocherías" (beaterías), es fácil: sólo tienes que ignorarlo. Ahora mismo allí donde vivimos hay familias peleadas por cuestiones políticas, y en mi vida cotidiana debo convivir con toda clase de gente con ideas diferentes a las mías, y ni mucho menos mi familia política es tan pesada como los aficionados al fútbol, ​​los independentistas, los veganos, los usuarios de Apple y los fans de Juego de Tronos. Si tuviera que evitar relacionarme con gente con la que no comparta ideas, tendría una vida social bien limitada, y tampoco me dedico a discutirle a nadie las historias en las que le guste creer. Así que hemos llegado a un cierto pacto de no agresión según el cual nadie intenta evangelizarme y yo no digo lo que estoy pensando (por el bien de todos).

Además, participar de las celebraciones religiosas navideñas puede llegar a darte experiencias memorables inesperadas. Hace unos pocos años nos tocó la misa de Navidad en una iglesia de aquellas que mi suegra llama "de otro código postal" pero que está sólo a unas calles de distancia de la casa (tal vez la distribución social por códigos postales no es tan estricta después de todo ... o mis suegros no tienen tanta categoría como ellos creen, quién sabe). El caso es que en un momento culminante de la ceremonia alguien en el coro de la iglesia comenzó a animar: "dame una J, dame una E ...", "¿Qué dice? JESÚS! Más fuerte! JESÚS!" Y yo allí flipando y pensando "si que son diferentes las misas aquí" hasta que les veo la cara a mi mujer y mis suegros muriéndose de la vergüenza ... y todavía faltaba el cura que apareció cargando un Niño Jesús en brazos por encima de su cabeza como en un partido de fútbol americano. Toda la escena era surrealista, grotesca y cómica a partes iguales, pero me ha reconciliado con la idea de acompañar a mis suegros a misa, siempre a la espera de que se repita un episodio remotamente similar, que uno siempre necesita inspiración para dibujar tiras cómicas ...


Toda esta ceremonia de comidas, posadas y rosarios termina abruptamente el día 26, que es más o menos cuando nuestros estómagos gritan "ya no más, por favor!". Y que es también cuando nos toca empezar a pensar en la vuelta a casa, volver a hacer las maletas y prepararnos mentalmente para el frío, la dieta y el trabajo. Yo al menos mantengo la costumbre de hacer un poco de ejercicio y levantarme temprano, pero está claro que no es lo mismo hacerlo por gusto que por obligación - y la vuelta al trabajo, por razones confidenciales, me da una especial pereza este año. De todo lo que nos espera en Barcelona, ​​sólo me muero de ganas de la siguiente carrera, de la vuelta a mis clases (pero no los vagos de mis compañeros millennials) y del próximo viaje al festival de cómic de Angouleme (que ya os contaré).

Pero en fin, esa es nuestra vida ahora, disfrutar de las vacaciones y coger fuerzas, que por pereza que me haga, este será un año interesante y lleno de cambios. Y al final de todo, por pesado que sea el viaje, y si nada lo impide, volveremos otra vez a Guadalajara a comer, reír y ver crecer los sobrinos.

Justo nuestro código postal.

Ah, y feliz año a todos.

dilluns, 25 de setembre del 2017

Si no hi ha sang no hi ha botifarrons

(versión en español para lectores internacionales más abajo)

Les xarxes socials són una cosa fantàstica. Pots compartir a l’instant la teva opinió sobre qualsevol cosa amb (potencialment) milions de persones amb les quals comparteixes gust i aficions. Jo vaig crèixer a una època a la qual les converses sobre les sèries que vèiem o els llibres que llegiem passaven al pati de l’escola o (si erem d’aquests) a les seccions de correu dels nostres còmics preferits. Avui ja no has d’esperar ni fer cap esforç. Des d’allà on siguis, sense haver-te ni aixecat de la butaca del cine, pots obrir el facebook o el twitter i compartir allà la teva opinió.

Fa uns mesos al facebook d’un contacte meu va tenir lloc un intercanvi interessant. Tot el que ell va posar va ser: “Se puede saber mucho sobre una persona por su película de vampiros favorita”. Ja podeu imaginar com va continuar això. Dotzenes de respostes on cadascú va dir la seva. Però si us fixau en la formulació de la frase, l’individu en qüestió no havia demanat res -- simplement tothom va interpretar-ho com una invitació a respondre a una pregunta que donaven per implícita.

Intrigat per aquest comportament, he estat experimentant amb els meus contactes de facebook durant uns mesos, compartint estats i opinions que sabia que resultarien xocants o convidarien a la rèplica, com ara que em va agradar Prometheus o la darrera temporada de The Walking Dead, o que no havia vist Game of Thrones durant dos anys, i que quan m’he posat al dia, tampoc m’ha agradat tant (true story!).

(Com que la majoria dels meus contactes són uns frikis, aquesta és la classe de temes que desperten el seu interés; sospit que una critica del pensament de Kierkegaard o l’art de Magritte no tendria el mateix efecte)

Les respostes, per suposat, no es van fer esperar.

Però tranquils, que això no és una defensa de les meves opinions peculiars. És una observació d’un fenòmen molt generalitzat, que m’agrada anomenar “idò a jo”. Consisteix en que quan mantens una conversa o comparteixes una opinió o estat a les xarxes socials, la majoria de respostes solen consistir en aportar la nostra opinió favorable o discordant, o en contar una anècdota remotament relacionada, com si es tractàs d’una competició. Per exemple,

“Ja he vist la darrera pel·lícula de David Lynch” - possibles respostes: “a mi no em va agradar”, “jo encara l’he de veure”, “la que a mi em va agradar va ser Mulholland Drive”

(val, aquesta no és un exemple realista, provem una altra)

“Acabo de tornar de Japó, quina passada de país” - possibles respostes: “quina enveja, jo hi vull anar”, “a mi em va encantar, vas visitar Osaka?”, “idò jo acab de tornar de Londres”

“Diumenge de platja descansant” - possibles respostes: “jo hi vaig anar la setmana passada”, “a jo m’ha tocat fer feina”, “jo estic jugant a dungeons amb els colegues”.

I així successivament. I siguem sincers, tots ho feim.

Però aquest fenomen no és exclusiu de les xarxes socials, és clar. La major part de les converses que tenim en la nostra vida quotidiana téner per únic propòsit que tots els interlocutors aportin la seva pròpia experiència al que conta l’altre. Heu anat de vacances? Us contaran on han estat ells, o on volen anar. Heu començat a estudiar? Ells també, o volen fer-ho, o la seva cosina estudia una cosa remotament semblant. Heu estat malalts? Tothom coneix qualcú que ha patit de lo mateix.

Al seu clàssic llibre “How to Win Friends and Influence People”, Dale Carnegie exposa un fet comprovar empíricament: que el primer i quasi l’únic que ens importa realment som nosaltres mateixos, i tot el que llegim, sentim i rebem en general està filtrat per la nostra pròpia experiència. I per això arribam al punt de que ja no participam en una conversa o intercanvi per interés, sinó purament per a manifestar, i segurament reforçar, la nostra opinió.

Però això ja no és que sigui un fenòmen socialment qüestionable. És, simplement, mala educació. Si cada vegada que vos conten qualque cosa, o us donen una opinió, la vostra resposta ha de ser xerrar de vosaltres mateixos (d’una forma o una altra), aquesta és la meva resposta.


L’art de mantenir una conversa, tant a les xarxes socials com en persona, on les nostres respostes no es limitin a parlar de nosaltres, és una habilitat digna d’ensenyar-se a l’escola. Allà o els antics grecs practicaven la retòrica, i als fills de l’aristocràcia se’ls ensenyaven “gràcies socials”, a la nostra època tenim twitter, que és bàsicament un aparador del narcissisme i manca d’empatia de la nostra societat.

La meva sogra, una senyora que aprecia les bones maneres, en certa ocasió es va proposar educar a un grup d’amigues. Els havia de contar una notícia important (que el meu cunyat anava a adoptar un fill) i abans de començar els va advertir que no volia que la seva resposta al que els havia de contar fós del tipus “idò jo conec a qualcú que també”. Al cap dels anys d’aquella conversa, no només les seves amigues no es van ofendre, sino que han apreciat que els hagués ensenyat a conversar.

La meva sogra és una dona sàbia, i amb voluntat per a educar a la gent. Jo no tenc tanta paciència.

No em malentengueu, m’encanta saber l’opinió de la gent. Prenc nota constantment del que em recomanen, i no tenc cap problema en saber qui comparteix la meva opinió i qui no. Però quan una conversa és un intercanvi de monòlegs sense que ningú s’interessi realment pel que l’altre té que dir, a mi ja em podeu esperar.

Perquè meva pel·lícula de vampirs preferida és “Let me in” (Déjame Entrar), i si tens qualque problema,



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Las Redes sociales son algo fantástico. Puedes compartir al instante tu opinión sobre cualquier cosa con (potencialmente) millones de personas con los que compartes gustos y aficiones. Yo crecí en una época en la que los conversaciones sobre las series que veíamos o en los libros que leíamos pasaban en el patio de la escuela o (si éramos de estos) en las secciones de correo de Nuestros cómics Favoritos. Hoy ya no tienes que esperar ni Hacer ninguna Esfuerzo. Desde allí donde estés, sin haberte levantado de la butaca del cine, puedes Abrir el facebook o el twitter y compartir allí mismo tu opinión.

Hace unos meses en el Facebook de un contacto mío tenía  lugar un intercambio interesante. Todo lo que él puso fue: "Se puede saber mucho sobre una persona por su película de vampiros favorita". Ya puedes imaginar como continuó eso. Docenas de respuestas donde cada uno dijo lo suyo. Pero si os fijáis en la formulación de la frase, el individuo en cuestión no había preguntado nada - simplemente todo el mundo lo interpretó como una invitación a responder a una pregunta que daban por implícita.

Intrigado por este comportamiento, he estado experimentando con mis contactos de Facebook durante unos meses, compartiendo estados y opiniones que sabia que resultarían chocantes o invitarían a la réplica, como que me gustó Prometheus o la última temporada de The Walking Dead, o que no había visto Juego de tronos durant 2 años, y que cuando me he puesto al día, tampoco había para tanto (true story!).

(como la Mayoría de mis contactos son unos frikis, esta es la clase de temas que despiertan sume interés; sospecho que una crítica del pensamiento de Kierkegaard o el arte de Magritte no tendría el mismo efecto)

Las Respuestas, por supuesto, no se hicieron esperar.

Pero tranquilos, que esto no es una defensa de mis opiniones peculiares. Es una observación de un fenómeno muy generalizado, que me gusta llamar "pues a mí". Consiste en que cuando mantienes una conversación o compartes una opinión o estado en las Redes sociales, la mayoría de respuestas suelen consistir en aportar nuestra opinión favorable o discordante, o en contar una anécdota remotamente relacionada, como si se tratara de una competición. Por ejemplo,

"Ya he visto la última Película de David Lynch" - Posibles Respuestas: "a mí no me gustó", "yo todavía la tengo que ver", "la que a mi me gustó fue Mulholland Drive"

(Vale, este no es un ejemplo realista, probamos otro)

"Acabo de regresar de Japón, qué pasada de país" - Posibles Respuestas: "qué envidia, yo quiero ir", "a mi me encantó, visitaste Osaka?", "Pues yo acabo de volver de Londres"

"Domingo de playa descansando" - Posibles Respuestas: "yo fui la semana pasada", "a mí me ha tocado trabajar", "yo estoy jugando a dungeons con los colegas".

Y así sucesivamente. Y seamos sinceros, todos lo hacemos.

Pero este fenómeno no es exclusivo de las Redes sociales, claro. La mayor parte de las conversaciones que tenemos en nuestra vida cotidiana tener por único propósito que todos los interlocutores aporten sum propia experiencia a lo que cuenta el otro. Has Iio de vacaciones? Os contarán donde han estado ellos, o donde quieren ir. Has empezado a estudiar? Ellos también, o quieren Hacerlo, o su prima estudia algo remotamente parecido. Has estado enfermo? Todo el mundo conoce alguien que ha sufrido de lo mismo.

En su clásico libro "How to Win Friends and Influence People", Dale Carnegie expone un hecho comprobado empíricamente: que lo primero y casi lo único que NOS importa realmente somos nosotros mismos, y todo lo que leemos, oímos y recibimos en general está filtrado por nuestra propia experiencia. Y por eso llegamos al punto de que ya no participamos en una conversación o intercambio por interés, sino puramente para manifestar, y seguramente reforzar, nuestra opinión.

Pero esto ya no es que sea un fenómeno socialmente cuestionable. Es, simplemente, mala educación. Si cada vez que nos cuentan algo, o nos dan una ppinión, nuestra respuesta debe ser charlar de nosotros mismos (de una forma u otra), esta es mi respuesta:



El arte de mantener una conversación, tanto en las redes sociales como en persona, donde nuestras respuestas no se limiten a hablar de nosotros, es una habilidad digna de enseñarse en la escuela. Allí donde los antiguos griegos practicaban la retórica, y a los hijos de la aristocracia se les enseñaban "gracias sociales", en nuestra época tenemos twitter, que es básicamente un escaparate del narcisismo y falta de empatía de nuestra sociedad.

Mi suegra, una señora que aprecia las buenas maneras, en cierta ocasión se propuso educar a un grupo de amigas. Les había de contar una noticia importante (que mi cuñado iba a adoptar un hijo) y antes de empezar les advirtió que no quería que su respuesta a lo que les había de contar fuese del tipo "pues yo conozco a alguien que también". Al cabo de los años de aquella conversación, no sólo sus amigas no se ofendieron, sino que han apreciado que los hubiera enseñado a conversar.

Mi suegra es una mujer sabia, y con voluntad para educar a la gente. Yo no tengo tanta paciencia.

No me malinterpretéis, me encanta saber la opinión de la gente. Tomo nota constantemente de lo que me recomiendan, y no tengo ningún problema en saber quién comparte mi opinión y quién no. Pero cuando una conversación es un intercambio de monólogos sin que nadie se interese realmente por lo que el otro tiene que decir, a mí ya me puede esperar.

Porque mi película de vampiros favorita es "Let me in" (Déjame Entrar), y si tienes algún problema,