dilluns, 25 d’agost del 2008

Quien se come la pulpa, que chupe los huesos

Es tiempo de descartes! Como hoy es mi último día en Mallorca, y de alguna manera me parece el final de la aventura con la que empecé este blog (y el principio de otra) es un buen momento para echar mano de aquellos momentos que por alguna razón u otra se quedaron en el suelo de la sala de montaje (por así decirlo), algo así como los contenidos extra de los DVDs, esos que nadie se mira excepto los frikis, la “edición especial” de mi gran aventura irlandesa.


Jueves, 25 de octubre de 2007

Pues sí, fue hace exactamente 10 meses, cuando tenía que tomar el avión más importante de mi vida, el que me llevaría de Palma a Belfast y de ahí un bus a Derry. Lo tenía todo controlado: tenía el billete desde hacía un mes, había hecho la mudanza de mis posesiones en un tiempo record, me había despedido de todos los colegas, y llevaba todo lo que necesitaba encima. Todo, excepto que había olvidado tomar nota del número de referencia de la reserva (esos malditos billetes digitales). Así que llamé a mi hermano por teléfono para que accediera a mi cuenta para darme el código en cuestión. Y cuando me leyó los detalles del billete resultó que mi vuelo salía a las 11 de la mañana. A las 11, no a las 13 como yo había creído todo este tiempo. Había pasado delante del ordenador hasta la medianoche anterior, y me había olvidado de comprobar el único dato realmente importante de aquel viaje. Había perdido el maldito vuelo, y tenía que llegar a Derry aquella misma noche.

Del resto del día, solo tengo flashes. Localicé in extremis un vuelo de BMI que volaba a Belfast vía Londres en menos de una hora, aunque debido al retraso llegaría horas más tarde de lo previsto, ya de noche. Para salir del paso, me puse en contacto con mi futuro jefe (que aún no sabía a la clase de lerdo que había contratado) para explicarle la situación; “una” situación, en todo caso, ya que decoré un poco los detalles para proteger mi reputación (que mentí, vaya). La cosa es que funcionó, enviaron un taxi a recogerme, y aunque con un considerable sofoco (y unos cuantos euros menos) llegué a Derry esa noche, algo más tarde de lo previsto pero en teoría a salvo.

Por razones evidentes, obvié este episodio al público, más que nada por evitarme el escarnio público. Ahora me have gracia. Teniendo en cuenta los eventos posteriores, fue una anécdota sin apenas importancia.


Viernes, 2 de noviembre de 2007

Primera noche en mi nuevo apartamento de Derry. Como aún no estaba muy hecho a las horas de luz irlandesas, me entraba el sueño considerablemente pronto. Y el apartamento, equipado pero básicamente vacío, tenía un punto de lo más inquietante, que ya me había dejado algo intranquilo la noche anterior. Sería la morriña, pensé. Pero esa noche, poco antes de la medianoche, me desperté al oir unos golpes metálicos, que sonaban cercanos, tanto que pensé que llamaban a mi puerta.

Sobresaltado, y considerablemente angustiado, me levanté de la cama, y tras comprobar que los golpes no llamaban a mi apartamento, comprobé que a través del rellano, una mujer estaba llamando a la puerta del vecino de enfrente, usando para ello la cubierta del buzón que allí es costumbre que tengan todas las puertas. No dejó de golpear el buzón de esta manera durante más de diez minutos hasta que le abrió (si no lo entendí mal) su ex-pareja, a quien le reclamó que le devolviera a sus hijos, lo cual hizo después de una acalorada discusión.

Preguntándome a qué clase de vecindario acababa de mudarme, creo que apenas pude pegar ojo en toda la noche. No fue la última.


Sábado, 3 de noviembre de 2007

Había quedado esa tarde con Rory, un compañero de trabajo que se ofreció a hacerme de guía por la ciudad. Agradecido de contar con un poco de compañía, me abstuve de decirle que para entonces me conocía cada palmo del centro, pero en todo caso el hombre resultó saber cosas que no salían en las guías. Él era inglés, y en sus propias palabras, eso en Irlanda del Norte le reservaba “un lugar muy específico” (que deduje que no era uno agradable), pero en todo caso me señaló algunos detalles muy reveladores de la ciudad, en relación a los Troubles, el eufemismo con el que allí se refieren al conflicto armado.

Al ver las altas vallas con las que habían rodeado la muralla por el lado del Bogside (un barrio católico especialmente beligerante) o las torres de vigilancia que delimitaban el barrio unionista junto a la muralla (y en cuyo límite yo vivía, por cierto), entendías hasta qué punto Derry es una ciudad dividida y fronteriza, y cuán profunda es todavía la brecha de la guerra. Hablando de lo cual, paramos a tomar algo más tarde en un pub irlandés (católico) donde un hombre tocaba la guitarra. Pregunté a Rory sobre la canción y me explicó que era una canción de guerra. De guerra? Le pregunté inocente. La guerra con los ingleses, me aclaró.

Como decía, una brecha muy profunda.

Esa noche, otra vez solo en mi apartamento, me empecé a encontrar realmente mal.


Miércoles, 7 de noviembre de 2007

Había pasado el peor domingo de mi vida, el lunes no había mejorado, y el martes me declaré oficialmente desesperado y en un estado mental algo precario, cuando hablé con mi jefe y le comuniqué que volvía a casa para ver a un médico antes de que la cosa pasara a mayores. Puesto que estaba, objetivamente, desesperado, se mostró comprensivo y me deseó que me recuperara. Así que compré mis billetes de vuelta vía Ryanair, y teniendo en cuenta el incidente de unos días atrás, me aseguré de no perder el avión esta vez. Me levanté a las 5 de la mañana. Aunque tanto habría dado: llevaba cuatro noches sin apenas dormir.

La cosa es que el vuelo de Derry a Londres fue tranquilo. La maleta llevaba 4 kg de exceso de equipaje pero me dejaron llevar tanto el portátil como la mochila en cabina. En Londres, el exceso de equipaje de la misma maleta era de 10 kg, y me obligaron a facturar la mochila. Ambos detalles son relevantes para apreciar la ironía de que, a mi llegada a Palma, ambas, maleta y mochila, que facturé separadas, fueron las únicas de todo el vuelo que se habían perdido de camino al avión.

Por supuesto que mis maletas llegaron al día siguiente, pero durante ese día, creí en el karma. Y pensé que algo horrible había tenido que hacer para merecerme tanta insidia en el castigo.
Tres días después mi padre sufrió una embolia y se confirmó mi teoría. El resto es historia.

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Y en fin, estos han sido los “episodios perdidos” de mis días de ocio en Derry, una experiencia inolvidable que no recomiendo a nadie y que por otro lado no me habría perdido por nada del mundo. Igual que no me habría perdido estos meses de retiro forzoso. Ni siquiera las decepciones que me han llevado a embarcarme mañana con mi coche hacia Barcelona. Después de todo, yo voy a lograr salir de esta isla para viajar y hacer mi trabajo, tal y como había planeado.

Y mi barco zarpa mañana a las 13 horas. Esta vez sí.

dilluns, 4 d’agost del 2008

Eran siete que la aguantaban...

"...y aún meaba torcido."

Este va a ser, si no sucede nada importante y nadie lo remedia, mi último post desde Mallorca antes de emprender mi gran aventura catalana. No porque esté a punto de irme, sino porque planeo rascarme las partes nobles durante el resto del agosto, y no es cuestión de ir dando más envidia de la que ya se me tiene sin hacer esfuerzos adicionales. Además, como aún no tengo billete, ni por tanto fecha de partida mantendremos el misterio hasta el final (aunque en otro orden de cosas, si alguien tiene algo extremadamente importante que decirme en persona, que no badi molt).

Hace cosa de diez meses, andaba por Derry echando de menos mi tierra y deseando volver; como ya conté, hoy solo tengo ganas de irme. Hace dos días pensaba en esto, durante una fiesta de cumpleaños en la que me sentía especialmente desubicado: la homenajeada cumplía un año, y todos los invitados, o eran niños, o eran padres. Supongo que me sentía más identificado con los primeros, pero por alguna razón, me parecía inapropiado meterme con ellos en la piscina Toy a pelearnos en manguitos. De ahí pasé a reflexionar que era importante que me fuera pronto a algún lugar donde en las fiestas de cumpleaños a las que me invitaran solo hubiera mayores de edad, y chicas solteras en edad de merecer. Cuando tus amigos treintañeros se dedican a aburguesarse y reproducirse, sabes que es tu señal para emprender viajes, vivir aventuras, y en general hacer lo que el resto de triunfadores que conozco.

Hablando de lo cual, este post está dedicado a un amigo mío, colega veterano de mi anterior trabajo, y que se pasa estas semanas recorriendo la península ibérica a bordo de su moto en plan Easy Rider y al ritmo de Steppenwolf.



Ya decía Morfeo en aquella película: "yo solo puedo enseñarte el camino, a ti te corresponde recorrerlo". Venga idò.