Hoy es martes 13, una de esas fechas tenidas por fatídicas por los supersticiosos. Precisamente estos días estaba leyendo uno de esos libros de misterio donde toda clase de significados y señales se esconden tras los números y símbolos. A la luz de coincidencias improbables, sucesos históricos, y el presunto poder de cierta simbología, la vida y la historia pueden interpretarse, dicen los que creen en estas cosas, en términos de un plan maestro cuyos pasos pueden rastrear aquellos que son capaces de leer los signos. Todo sucede por una causa, el azar no existe, somos víctimas de nuestro destino, etc.
Es una suerte para mí no creer en ninguna de estas supercherías, y que ni siquiera las más asombrosas casualidades me generen dudas de que algunas cosas suceden por una causa, que las cosas son como tenían que ser, que hechos aparentemente inconexos se superponen como parte de una compleja trama de novela, con la precisión de un mecanismo de relojería. De ser así de crédulo, pensaría que mi carrera está guiada por fuerzas invisibles: así, en el momento y lugar adecuados, se creó una empresa que me ofreció el trabajo que yo había querido tener desde niño (vale la pena contar que mi primer contacto con tal empresa tuvo lugar a través de una verdadera carambola: un amigo mío y un colaborador del que sería mi jefe, se conocieron mientras esperaban un bus que llegaba diez minutos tarde a recogerles, los mismos diez minutos durante los cuales uno le contaría al otro que estaba reclutando personal para un nuevo proyecto...) Una oportunidad entre un millón? Sin duda. De eso a un plan del destino, media un abismo. Si no por otra cosa, porque no me creo tan importante para el destino, y porque sinceramente, puestos a estar predestinado a algo, programar videojuegos es una frivolidad.
Y además, por esa misma razón los eventos que me devolvieron a Mallorca rebotado desde Irlanda deberían obedecer a un castigo del destino por violentar sus designios. Cuando, de forma prácticamente simultánea, me enteré de la crisis de la empresa de Derry, y apareció una nueva oportunidad de trabajo, cualquier lector de señales habría pensado que cuando las oportunidades aparecen, uno tiene que aprovechar sin cuestionarlas, que si es nuestro destino ir o volver, triunfar o fracasar, no podemos escaparnos de él. La semana pasada me ofrecieron una nueva oportunidad en el extranjero, en Los Angeles nada menos. Si la teoría de la predestinación es correcta, y a la vista de mi última experiencia, tal oferta es una trampa. Si lo que nos ha pasado hasta ahora es un aviso del futuro, para qué rebelarnos? Déjarse llevar, esperar la ocasión y confiar en que el destino tiene un plan. La receta para una vida segura, en la que solo haya que esforzarse por aprovechar los oportunidades en vez de por buscarlas.
Ya dije aquí lo que pensaba de la suerte, a propósito de la lotería. Las únicas leyes que gobiernan nuestro destino son las de la física, y si se quiere las de la probabilidad. La fatalidad puede a veces resultar una putada (que me lo digan a mí) pero en la gran foto del universo, un caso individual de mala suerte, incluso una mala racha, significa lo mismo que una serie del mismo número en la ruleta: nada en absoluto, una ocurrencia improbable que dado un número suficiente alto de intentos puede terminar por aparecer. No hay ninguna señal en una serie de sucesos aislados que interpretamos como afortunados en base a nuestra interpretación parcial de la realidad. Ni en una serie de desastres, tampoco.
Acabo de terminar el libro que empecé a leer el pasado 26 de octubre, el día en que volé hacia Irlanda (después de perder el avión). No es ninguna señal.
3 comentaris:
Bé, però, què és aquesta oferta? I te n'hi vas o no?
Paciència, jove Padawan... tot al seu moment...
Hmmm, destino o pura casualidad, pienso que Irlanda no tiene nada que ver con Los Ángeles. Que no tiene por qué irte mal allí. Así que, tú decides. Irte te abrirá un camino desconocido que a saber dónde te lleva, pero quedarte también. Ese es el misterio de la vida.
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