dimarts, 24 de juny del 2008
Te daré una que parecerá que el mundo te empuja
Escoger una película es un arte, y sobre todo escoger la película adecuada para cada estado de ánimo. A modo de servicio público, entre la recomendación y la advertencia, quiero reseñar An American Crime, la negrísima película que se me ocurrió ver anoche y de la que, como en otras ocasiones, salí con peor cuerpo que cuando entré (la última, La Niebla). Yo pensaba que iba a tratarse de una historia de crímenes más o menos cruda pero en el fondo normal, pero lo que me encontré en aquella sala prácticamente vacía (después de todo era noche de San Juan, aunque yo no estaba de humor para celebrarlo) se adscribe al género de la pornografía de la crueldad. Y no, no me refiero a una de esas historias más o menos cafres que buscan impactar entre gritos y casquería (del tipo Matanza de Texas o Saw). Esta película pasó por el festival de Sundance, y eso casi siempre significa algo de profundidad.
No hace mucho el mundo se horrorizaba ante el caso del monstruo austríaco que mantuvo encerrada y abusó de su hija durante más de 20 años. Aunque la historia narrada en la película no llega a este nivel de horror, puedo imaginar que el impacto social que el suceso real en el que se basa, que tuvo lugar en la América Profunda de los años 60, pudo tener en la sociedad un impacto similar. La historia de esta adolescente que sufre toda clase de vejaciones y torturas a manos de una madre de familia perturbada y sus hijos es una de esas que hiela la sangre, entre la rabia, la impotencia y el simple horror ante lo más oculto de la condición humana. Y aunque leo que la película escamotea detalles del caso real (no quiero ni imaginar cuáles) para evitar caer en el horror gratuito, escala fácilmente puestos en el podio del mal rollo cinematográfico, junto a títulos (por otro lado imprescindibles) como Requiem por un sueño o Bailar en la oscuridad. Imprescindibles las interpretaciones de Ellen Page (ver mi reseña de Juno), seguramente la mejor actriz de su generación, y de Catherine Keener (otro nombre solo por el cual yo pagaría una entrada).
Pero si algo hay que aprovechar del mal rato que la cinta nos depara es la indolencia con la que vecinos y conocidos se mantuvieron al margen de los sucesos, pese a los gritos y los rumores. Ahora que la violencia doméstica asoma en los periódicos prácticamente a diario, vale la pena recordar, y prevenir que nadie vuelva a ser cómplice silencioso del horror cotidiano. An American Crime nos recuerda que evitar una historia como la de Sylvia Likens, puede estar en nuestras manos.
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3 comentaris:
Mira que te gusta sufrir... Yo prefiero las de amor, que si no, luego no duermo.
Míralo de esta manera: luego tu vida te parece maravillosa.
Eso sí. :-)
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